Cetaganda (на испанском)
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— ЎAhora, Pel! — La mano se le tensу sobre el cuchillo. Nadina cerrу los ojos y permaneciу de pie, callada y digna.
Pel marcу el cуdigo del comu, bajo la pantalla de fuerza de la burbuja y saltу del asiento, arrastrando a Miles con ella.
— ЎDe acuerdo! — dijo en voz alta, alejбndose de la burbuja-. Estamos afuera.
La mano de Kety se relajу. La pantalla volviу a cerrarse. La fuerza del golpe hizo que Miles se tambaleara. Tropezу y cayу en los brazos de los guardias del hautgobernador, que le dieron una afectuosa bienvenida.
— Eso es molesto — dijo Kety con frialdad, mirando la burbuja con la Gran Llave dentro-. Pero es un inconveniente pasajero, nada mбs. Llйvenselos. — Hizo un gesto a los guardias con la cabeza y se alejу de Nadina-.
— Yo. — Los labios de Miles se abrieron en una mueca de dientes brillantes que no tenнa nada que ver con una sonrisa-. Siempre he sido yo, gobernador. De principio a fin, se lo aseguro. — Y usted estб en las ъltimas. Claro que tal vez yo estй demasiado muerto para disfrutar del espectбculo… Kety no se atreverнa a dejar con vida a los tres testigos. Pero le llevarнa tiempo disponer las muertes con cierta discreciуn. Cuбnto tiempo, cuбntas posibilidades de…?
Kety apretу el puсo y se dominу justo antes de lanzarlo contra la mandнbula de Miles. Seguramente, el golpe habrнa quebrado algъn hueso.
— No, tъ eres el que se rompe… — musitу para sн. Dio un paso atrбs e hizo un gesto al guardia con la cabeza—. Un poco de picana para йl. Para todos.
El guardia sacу la picana, un instrumento militar corriente, dirigiу una mirada a las consortes vestidas de blanco y dudу. Mirу a Kety con ojos implorantes.
Miles casi oyу los dientes apretados del gobernador.
— De acuerdo… sуlo al barrayarйs.
Muy aliviado, el guardia hizo girar la picana y tocу a Miles tres veces, primero en la cara, luego en el vientre y entre las piernas. El primer roce hizo gritar a Miles, el segundo lo dejу sin aliento y el tercero lo arrojу al suelo en agonнa, con los brazos y las piernas plegados en posiciуn fetal. No mбs cбlculos, al menos de momento. El ghemgeneral Naru, que se estaba levantando con algo de ayuda, riу en el tono de quien ve que por fin se hace justicia.
— General — le dijo Kety e hizo un gesto hacia la burbuja-, cuбnto tardarб en abrir eso?
— A ver… — Naru se inclinу junto al tйcnico de cara agotada y le sacу un aparatito que apuntу a la burbuja-. Han cambiado los cуdigos. Media hora. A partir del momento en que los tйcnicos empiecen a reaccionar.
Kety hizo una mueca. Sonу la alarma del comu de muсeca. Las cejas de Kety se alzaron en la frente y dijo:
— Sн, capitбn?
— Hautgobernador — llegу la voz formal, inquieta, de un subordinado-, hemos detectado una comunicaciуn especial en canales de emergencia. Estбn transmitiendo una enorme cantidad de datos a los sistemas. Algъn tipo de mensaje codificado. Excede la capacidad de memoria del receptor y se estб volcando en todos los sistemas, como un virus. Viene marcado con el sнmbolo imperial de emergencia. Y la seсal parece provenir de nuestra nave… Es… son уrdenes suyas?
Las cejas de Kety se alzaron mбs en un gesto de sorpresa. Despuйs observу la burbuja blanca, que brillaba en el centro de la habitaciуn. Maldijo entre dientes, una palabra larga, aguda, sibilante.
— ЎNo! ЎGhemgeneral Naru! Tenemos que anular esa cortina de fuerza… Ўahora, ahora mismo!
Se volviу para dedicar a Pel y Miles una mirada venenosa que prometнa una retribuciуn infinita; despuйs, йl y Naru se hundieron en una conversaciуn frenйtica. Inyectaron a los tйcnicos enormes dosis de sinergina que no consiguieron devolverles instantбneamente la conciencia, aunque los dos se sacudieron y gruсeron con movimientos muy prometedores. Kety y Naru estaban solos frente al problema. A juzgar por la luz malйvola que ardнa en los ojos de Pel, abrazada a Nadina, iban a llegar demasiado tarde. El dolor de los golpes de la picana se desvanecнa despacio en el cuerpo de Miles, pero se quedу en el suelo, encogido y quieto, para que al gobernador no se le ocurriera repetir sus atenciones.
Kety y Naru estaban concentrados en la tarea, tan hundidos en discusiones airadas sobre la forma mбs rбpida de proceder, que sуlo Miles reparу en un redondel brillante que se formу en la puerta de entrada a la habitaciуn. Sonriу a pesar del dolor. Un segundo despuйs, la puerta se derrumbу hacia el interior en medio de una lluvia de plбstico y metal derretido. Otro segundo de espera, para prevenir alguna reacciуn rбpida desde el interior.
Y despuйs, el ghemcoronel Benin, impecablemente vestido con su uniforme rojo, con el maquillaje reciйn aplicado, cruzу el umbral con paso firme. No iba armado, pero el escuadrуn de uniforme terracota que lo acompaсaba llevaba un arsenal suficiente como para destrozar cualquier obstбculo menor que un acorazado. Kety y Naru se paralizaron en mitad de una palabra; los criados del gobernador lo pensaron mejor, abrieron las manos, levantaron los brazos y se quedaron quietos. El coronel Vorreedi, impecable en uniforme negro de la Casa, aunque con el rostro no tan sereno como Benin, entrу en
— Buenas noches, haut Kety, ghemgeneral Naru. — Benin se inclinу con cortesнa exquisita-. Por orden personal del emperador Fletchir Giaja, es mi deber arrestarlos bajo la acusaciуn de traiciуn al imperio. Y… — dijo mirando a Naru con una sonrisa afilada como una navaja— complicidad en el asesinato de Ba Lura, asistente imperial.
15
A la altura de los ojos de Miles, la cubierta floreciу en un bosque de botas rojas cuando el escuadrуn de Benin entrу en la habitaciуn, desarmу y arrestу a los soldados de Kety, y finalmente los sacу de allн con las manos sobre la cabeza. Kety y Naru se fueron con ellos, apretados como dos lonchas de jamуn entre hombres de ojos duros que no parecнan interesados en escuchar explicaciones.
Kety gruсу y la procesiуn se detuvo un momento frente a uno de los enviados de Barrayar. Miles oyу la voz de Kety, frнa como el hielo:
— Felicidades, lord Vorpatril, espero que pueda usted sobrevivir a su victoria.
— Ajб? — dijo Ivan.
Ah, dйjenlo tranquilo. Era demasiado difнcil tratar de explicarle a Kety su confusiуn con respecto a la pequeсa cadena de mando de Miles. Tal vez Benin sн lo veнa claro. Una palabra severa del sargento del escuadrуn y los hombres empujaron a los prisioneros hacia el corredor.
Cuatro botas negras y brillantes se desprendieron de la multitud y se pararon frente a la nariz de Miles. Hablando de explicaciones…
Miles torciу la cabeza y levantу la vista hacia el paisaje extraсo y distorsionado de las caras de Ivan y el coronel Vorreedi. Sentнa el suelo fresco bajo la mejilla y no podнa moverse. De todos modos, no tenнa ganas de levantarse.
Ivan se inclinу. Miles vio la cabeza al revйs en el aire y oyу decir en tono tenso y preocupado:
Estбs bien?