Cetaganda (на испанском)
Шрифт:
Frente al cetagandano, no repitiу el mensaje de gratitud vervani para con el clan Vorkosigan, pero se mostrу decididamente amistosa.
— Deberнas ir con lord Yenaro a ver esa escultura — dijo Ivбn con rabia. Merece la pena, es una oportunidad ъnica…
Yo la vi primero, carajo.
— Sн, es muy bonita.
— Estarнa usted interesado, lord Vorkosigan? — Yenaro parecнa ansioso y esperanzado.
Ivбn se inclinу y susurrу al oнdo de Miles:
— Fue un regalo de lord Yenaro a la embajada marilacana. No seas despectivo, Miles, ya sabes lo suspicaces que son estos cetagandanos con sus… obritas de arte…
Miles suspirу y consiguiу esbozar una sonrisa interesada.
— Claro, claro. Ahora?
Se disculpу con Maz, la vervani. Realmente lo lamentaba. El ghemlord lo llevу por las escaleras hacia el vestнbulo y lo hizo detenerse a la entrada de la escultura para esperar que el ciclo empezara de nuevo.
— Mi escasa preparaciуn estйtica no me permite emitir un juicio — comentу Miles de pasada, con la esperanza de que eso desviara la conversaciуn hacia otros temas.
— Hay tan poca gente preparada para eso… — sonriу Yenaro-, pero claro, eso no les impide criticar…
— De todas formas, me parece un logro tecnolуgico considerable. Provoca el movimiento con antigrav?
— No. Los generadores serнan demasiado voluminosos y se desperdiciarнa energнa. La misma fuerza desarrolla el movimiento de las hojas y el cambio de color… o por lo menos eso me explicaron los tйcnicos.
— Tйcnicos? Yo suponнa que usted habнa hecho todo esto con sus propias manos.
Yenaro abriу las manos (pбlidas, delgadas, de dedos largos) y las mirу como si se sorprendiera de encontrarlas al final de los brazos.
— Claro que no. Las manos se alquilan, se pagan. El diseсo es una obra del intelecto.
— No estoy de acuerdo. Lo siento. Segъn mi experiencia, las manos forman parte del cerebro, casi como si fueran otro lуbulo cerebral. No es posible captar las cosas que no se conocen con las manos.
— Veo que es usted una persona de conversaciуn amena, lord Vorkosigan. Si su agenda se lo permite, me gustarнa presentarle a mis amigos. Celebramos una recepciуn en casa dentro de dos noches… Cree usted que…?
— Mmm, tal vez… — Dos noches despuйs no habнa ninguna ceremonia fъnebre… Serнa bastante interesante, una oportunidad para observar a los jovencitos de la casta de los ghemlores en su ambiente sin las inhibiciones que causaba en esa generaciуn la presencia de los mayores. Una mirada al futuro de Cetaganda-. Sн, por quй no»
— Le mandarй una invitaciуn y las indicaciones para llegar. Ah. — Yenaro mirу la fuente, que de nuevo empezaba a mostrar la paleta de verdes veraniegos-. Ahora ya podemos entrar.
A Miles el interior de la fuente no le pareciу muy distinto del exterior. En realidad, parecнa menos interesante porque de cerca se perdнa la ilusiуn de que las hojas formaban imбgenes. La mъsica se oнa con mбs claridad, eso sн. Cuando los colores empezaron a cambiar, el volumen aumentу bruscamente en un crescendo.
— No se pierda esto, vale la pena — dijo Yenaro, con evidente satisfacciуn.
La escultura era interesante, lo bastante para que Miles tardara un momento en darse cuenta de que estaba sintiendo algo: picazуn y calor en los hierros que le cubrнan las piernas, apoyados contra la piel. Intentу conservar la calma, pero el calor seguнa aumentando.
Yenaro parloteaba con entusiasmo artнstico mientras seсalaba los diferentes efectos. Ahora, mire esto… Un remolino de colores brillantes frente a los ojos de Miles. Una sensaciуn evidente: un ardor insoportable en la piel de las piernas.
Ahogу un grito y lo convirtiу en un gemido agudo. Logrу dominarse para no correr hacia el agua, pues sabнa que podнa electrocutarse… En los pocos segundos que le llevу salir del laberinto, el acero que le rodeaba las piernas alcanzу la temperatura de ebulliciуn del agua. Miles olvidу la dignidad, se tirу al suelo y tratу de arrancarse los hierros de las piernas. Cuando tocу el metal, se quemу las manos. Se sacу las botas de un tirуn, soltу los hierros y los lanzу a un lado. Se retorciу en posiciуn fetal, aullando de dolor. Los hierros le habнan dejado en las rodillas y tobillos unas marcas blancas y punzantes, con el borde en carne viva.
Yenaro corrнa de un lado a otro, desesperado, pidiendo ayuda a pleno pulmуn. Miles levantу la vista y descubriу que era el centro de atenciуn de unas cincuenta personas sorprendidas e impresionadas, que miraban con horror sus frenйticos movimientos. Dejу de retorcerse y de maldecir y se quedу sentado, jadeando; el aire producнa un siseo profundo al salir por entre los dientes apretados.
Ivбn y Vorob'yev se abrнan paso a codazos desde distintos lugares del salуn.
— ЎLord Vorkosigan! Quй pasa? — preguntу Vorob'yev con urgencia.
— Estoy bien — dijo Miles. No era cierto, pero
Yenaro tartamudeaba, desesperado.
— Quй ha pasado? Quй… quй ha pasado? No tenнa ni idea… Estб usted bien, lord Vorkosigan? Ay, Dios… Dios…
Ivбn se agachу y tocу uno de los hierros, aъn caliente.
— Sн… quй diablos…?
Miles pensу en la secuencia de sensaciones y en sus posibles causas. No se trataba de antigrav, nada importante para una persona que no padeciera sus problemas уseos, un truco que habнa pasado inadvertido ante las narices de Seguridad de la embajada marilacana. Habнan logrado esconderlo manteniйndolo a la vista de todos.
— Un efecto de histйresis. Los cambios de color de la escultura obedecen a un campo magnйtico en reversiуn… un campo de nivel bajo. Para la mayorнa de la gente no constituye ningъn problema. Para mн, bueno, no fue tan horrendo como poner los brazos en un horno microondas pero… ya me entienden…
Se puso en pie con una sonrisa. Ivбn, que parecнa muy preocupado, ya habнa recogido las botas y los hierros. Miles lo dejу con ellos en las manos. No querнa ni tocarlos. Se acercу a Ivбn tropezando con gesto de ciego y susurrу en el oнdo de su primo: