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. ?P'ICARO YO?
Durante muchos a~nos, incluso pasados varios despu'es de la adolescencia, Claudia Cardinale fue mi punto cardinal, mi norte, mi sur, mi centro. No hab'ia noche en que no la so~nara, ni rostro donde no la descubriera, era mi secreto amor, la pasi'on m'as desenfrenada. Fotos suyas, de las pocas que pude reunir entre las muy escasas que publicaban nuestras revistas culturales, adornaban las paredes del cuarto; no puedo decir de mi cuarto porque lo compart'ia con mi hermano Carlos y mi primo Alfredo, el hu'erfano, as'i que el dormitorio era de los tres, pero la pasi'on y Claudia eran s'olo m'ias.
Hab'ia una foto suya, la que m'as recuerdo, donde aparec'ia la estrella con la cabellera suelta al viento, una l'anguida mirada en sus ojos de ensue~no y una especie de quejido de amor o una invitaci'on sensual que se adivinaba en sus labios entreabiertos. Realmente no recuerdo la cantidad de ambientes y situaciones que bordaron mis sue~nos con aquella estampa. Ora 'ibamos en un veloz Ferrari rumbo a los Alpes y el viento la despeinaba mientras musitaba, con aquella misma boca que tanto anhel'e, frases cari~nosas en mis o'idos, y yo corriendo el riesgo de sufrir un accidente, desatend'ia la conducci'on del auto y me volteaba para besarla. Por suerte el accidente nunca se materializ'o y por desgracia el beso tampoco.
Mis primeros poemas fueron para ella y tambi'en mi primera carta de amor. Claudia Cardinale, Roma, Italia, escrib'i en el sobre como direcci'on, suponiendo que al ser ella tan famosa cualquiera me har'ia el favor de llev'arsela a su residencia. Dentro iban unas flam'igeras declaraciones de amor con unos enormes corazones color rosa atravesados por flechas. Creo que la puedo recordar todav'ia casi letra por letra: “Querida Claudia, perd'oneme lo de querida, no lo tome a mal, ni como una frescura de mi parte, pero es que aqu'i en Cuba la queremos mucho, y yo, si me lo permite, la quiero tambi'en mucho, ?usted me entiende?, pero adem'as la quiero de otra manera. Voy a serle franco, s'i, la quiero como a una novia. Tengo diecis'eis a~nos y ya me dieron el carn'e de identidad, es decir que a todos los efectos legales soy un adulto. Yo sue~no con usted, bueno, contigo, muy a menudo. Sue~nos tan lindos y tan cercanos a la realidad que me tienen casi loco. Por eso es que te escribo, para saber de ti, si eres casada o si tienes novio o prometido, o si quisieras venir a Cuba. Por mi parte yo no puedo ir a Italia, aunque te juro por mi madre, que es lo m'as grande y sagrado que tengo, que deseos no me faltan, para as'i poder conocerte de verdad y no a trav'es de la pantalla. Yo s'e que t'u eres muy famosa y que debes tener cientos de enamorados, si no est'as casada, claro, pero quiero decirte que jam'as, dif'icilmente, vas a encontrar otro que te quiera m'as que este tu nuevo admirador.
He visto cinco de tus pel'iculas, no s'e si habr'as filmado otras y tengo fotos tuyas en las paredes de mi cuarto, tantas que la considero nuestra alcoba !Ojal'a y lo fuera! De verdad que te aprecio mucho y quisiera conocerte y conversar de todo esto contigo. Pienso que entiendas lo que escribo aunque no hables el espa~nol, porque tu idioma y el nuestro se parecen mucho.
Desde ahora estar'e esperando tu respuesta con ansiedad, cuando me llegue te contesto y te mando una foto m'ia. Disculpa que te escriba en una hoja de libreta, pero no encontr'e otro papel m'as bonito. Lo que vale es la intenci'on, y las m'ias son buenas.
Te quiere mucho, Arturo Rey.
P.D Espero tu respuesta.
Eso fue en 1973 y ahora a fines de siglo todav'ia la estoy esperando. Siempre me qued'o el consuelo de pensar que no la recibi'o, ni esa ni las posteriores, creo que le mand'e unas quince o veinte. Con el nombre con qu'e firm'e pensaba cautivarla, en realidad me llamo Arturo Reynaldo Ballester Caballero, pero pens'e que Arturo Rey le traer'ia gratos recuerdos de cortes y reinados.
Por Claudia me convert'i en lo que luego ser'ia, un andar'in. Me enteraba que estaban echando una pel'icula suya en Camag"uey y sal'ia para all'a, tambi'en a Holgu'in, Matanzas, Cienfuegos, Las Tunas. Mucho me ayud'o en esto, que nac'i y viv'ia en Santa Clara, porque no hubiera sido f'acil meterme de un tir'on de Guant'anamo a Pinar del R'io. Todo el dinero que pod'ia reunir, unos escasos pesos de la merienda escolar y algo que le escamoteaba a la abuela, iban a parar al fondo de transportaci'on. La mayor'ia de las veces hac'ia el viaje en botella por carretera o de polizonte en los trenes y entonces dejaba mis fondos completos para la compra de los tickets de entrada y aprovechaba y ve'ia la pel'icula tres y cuatro veces seguidas. Con aquello no me hac'ia falta ni comer, aunque en realidad estaba m'as flaco que una vara de pescar, debe ser a causa de las continuas masturbaciones, por suerte era la 'epoca de los hippies y la onda aquella del pelo largo y me consideraba con tremenda pista. Parec'ia, seg'un mi abuela, una escoba con los flecos para arriba.
Ten'ia luego que soportar las reprimendas de la vieja al regresar, porque por lo general me met'ia en cada escapada hasta m'as de una semana fuera de casa, una semana por supuesto de clases perdidas que luego me costaba trabajo recuperar. Nunca dej'e de estar al tanto de las carteleras en provincias y no disfrutaba otra cosa con mayor pasi'on que aquellas correr'ias.
Entre viaje y viaje naci'o otra de mis grandes pasiones, la lectura, y eso se lo agradezco tambi'en a Claudia, en la mochila siempre me acompa~naba alg'un bocadito para matar el hambre, un paquete de gofio mezclado con az'ucar, yo era tremendo come gofio, y por supuesto un par de libros. Empec'e leyendo revistas, claro est'a que imaginar'an por qu'e, de ah'i salt'e a los libros de aventuras y espionaje y despu'es le'ia con fruici'on todo lo que me cayera en las manos. En la Secundaria me apodaron Polilla y yo sabiendo que el que proteste por un apodo m'as se le pega este me hice el desentendido para ver si se les olvidaba el nombrete, sin embargo mi afici'on casi fan'atica por los libros lo recalcaba. Hubiese querido en cambio que me llamaran Rey Arturo y una vez hasta lo insinu'e entre mis amigos de la escuela, pero fue tal la jodedera que me armaron que desist'i del intento, pues un gracioso solt'o en alta voz: lo que t'u no eres el Rey Arturo el de la Tabla Redonda, sino Rey Arturo el de la cara de tabla y la risotada de todos, menos la m'ia, fue grande.
!Claudia, Claudia, como te so~n'e! La noche que no lo hac'ia despertaba como vac'io, y la que te so~naba m'as vac'io todav'ia. Por las ma~nanas siempre ten'ia que lavar mis calzoncillos.
Mi primera novia por supuesto se llamaba como ella. Era rubita, flaca y de labios muy finos, casi una anti Claudia, pero era Claudia y de solo mencionar su nombre y cerrar los ojos era a la otra a quien besaba y llenaba de caricias. La segunda, Claudia tambi'en y la tercera Esperanza Cardenal; una mulata y culona, la otra albina y medio bizca. Total yo amaba con los ojos cerrados, viv'ia de mis ensue~nos.
Hubo una 'epoca, una rachita mala, en que no ligaba nada, ni Claudias, ni cardenales y entonces por asociaci'on de ideas me dije, cardenal es una mancha rojiza, los chupones son tambi'en manchas rojizas, pero qui'en me los da y se me ocurri'o entonces la idea de la manguera. Me situ'e un extremo en el cuello y el otro en la boca y succion'e fuerte, el resultado fue fenomenal. Al otro d'ia me aparec'i en la escuela con el pecho y el cuello repletos de moretones de inequ'ivoca procedencia y ante las preguntas ansiosas de mis amigos le di rienda suelta a la imaginaci'on y les cont'e que me hab'ia empatado con una mujer divorciada, treintona, que era una loca en la cama. Daba gracia ver la atenci'on con que me escuchaban y los levantamientos que pod'ia discernir en sus porta~nuelas con mis historias cargadas de erotismo. Hasta las muchachas del grupo se entusiasmaron con mis cuentos y entonces me apetecieron, al considerarme un tipo de experiencia probada. Fue una linda 'epoca y el retorno de la buena racha.
A Claudia, la de verdad, le ped'ia disculpas por mis infidelidades, pero amparado en aquello que dice que el que come malo y bueno come dos veces, le met'i mano a cada esperpento, que ten'ia que retirarme a parques y alamedas oscuras que ampararan nuestros besos, todo lo contrario a lo que deseaba, pasearme muy orondo con mi chica por los portales de las tiendas y del cine los s'abados por la noche. Claro que la categor'ia de esperpento que menciono est'a marcada desde la visi'on de mi loca juventud, ahora comprendo que el enfoque y la 'optica en cuanto a calidad de mujeres var'ian con los a~nos y ojal'a pudiera hoy con mis cuarentaipico empatarme con alguna de aquellas chiquillas de las que entonces me avergonzaba.
Una de ellas, In'es Beltr'an, de la que no he olvidado el nombre porque me revel'o un secreto al que mucha lasca que le saqu'e, me pregunt'o una tarde de besos dulzones, ?sabes por qu'e te amo tanto?, ante mi respuesta negativa me mir'o aturdida. Chico, ?a ti no te han dicho que te pareces a Silvio Rodr'iguez?, aquello de veras que no me gust'o, es decir, saber que me estaban besando mientras pensaban que era al autor de “Ojal'a” a quien lo hac'ian, pero bueno, ?qu'e otra cosa hac'ia yo, si no lo mismo? La besaba a ella o a ellas pero era a Claudia a quien en mis sue~nos besaba.