DE NAUFRAGIOS Y AMORES LOCOS
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Con un par de tragos de vino y un cigarro que regal'e al portero tuve acceso libre al recinto universitario: varias edificaciones blancas de tres o cuatro pisos de la t'ipica arquitectura que brinda el sistema constructivo Gran Panel. A causa de la hora ya avanzada y para no llamar mucho la atenci'on me tir'e en la primera litera que encontr'e vac'ia en uno de los albergues, acogedor y silencioso, donde descans'e de un tir'on la fatiga de mis huesos.
En la ma~nana una algarab'ia de voces chillonas y risas nerviosas me despert'o. De un salto me sent'e en la cama y me vi rodeado de rostros extra~nos, de tez oscura y dientes de blancura sin igual. Eran estudiantes de Madagascar y Bangladesh, envueltos sus tradicionales t'unicas y vestuarios, otros a'un con los piyamas puestos y los ojos lega~nosos. Me disculp'e lo mejor que pude por la intromisi'on, y con ellos mismos conoc'i d'onde se encontraba el albergue de la gente de Ruso.
Ricardo no se hallaba en el dormitorio, un amigo suyo me aconsej'o esperarlo en el aula y al cabo de media hora lo vi aparecer. Realmente se alegr'o de verme y yo me alegr'e de que se alegrara, me dedic'o todo el primer turno de clases. Ante mi insistencia para que entrara al aula y no le pusieran la ausencia me tranquiliz'o, coment'andome que hab'ia ligado a la profesora, una tal Berta, tembona, pero hermosa y bien conservada y que precisamente anoche no se encontraba en el albergue porque se hab'ia quedado en su casa, como muchas veces pasaba. Esto ven'ia a mis planes como anillo al dedo, pues de entrada tendr'ia garantizada su litera en el albergue para pernoctar.
Despu'es de terminadas las clases, en un banco oculto de miradas indiscretas despachamos la botella de Vi~na 95 y le cont'e con detalle de mis andanzas. 'El, tan alocado o m'as que yo, lejos de recriminarme me dio nuevas ideas de qu'e deb'ia hacer. Por lo pronto me dijo que me afeitara y cambiara de peinado para no llamar tanto la atenci'on con la estampa silviesca. Me opuse persistente pues ten'ia la mira puesta en el Festival, donde pensaba aprovechar la imagen usurpada y sacarle buen provecho. En fin tranzamos en que iba a recortarme un poco el chivo y alborotar mis cabellos, cosa que no ser'ia dif'icil dada su naturaleza ondulada.
Me pidi'o prestados treinta pesos para invitar a cenar a la profe esa noche y me repiti'o que de ninguna manera fuera a pensar que con ello me estaba cobrando el alquiler del hospedaje. Me dej'o adem'as la tarjeta del comedor universitario para que la utilizara en el desayuno y la comida y me present'o a varios de sus amigos, que pronto lo fueron m'ios tambi'en, pues escasamente les llevaba tres o cuatro a~nos de edad y compart'iamos gustos y aspiraciones similares.
Trabajo me cost'o sentirme otra vez propio como era. Con tal de ganar la confianza de mis nuevos conocidos mand'e a comprar una botella de ron y entre tragos y canciones inauguramos la noche, luego vendr'ia otra botella hija de una ponina colectiva y m'as tarde otra m'as salida de mis fondos, las que bebimos hasta caer rendidos por el alcohol. El fruto m'as amargo de aquella noche fue que tuve que deshacerme de mi entra~nable compa~nera, la guitarra.
Cuando en la ma~nana me vi con s'olo diez pesos en el bolsillo me horroric'e. Maquinalmente cont'e los cigarrillos que me quedaban, seis, estaba en la ruina. Mi vista se detuvo en la sensual cintura de la guitarra, le ped'i perd'on a las cuerdas y clavijas por lo que pensaba hacer y sal'i con ella a venderla al mejor postor. No tuve que averiguar mucho, uno de los estudiantes de Bangladesh, nombrado Layanta Palipana, me la compr'o en ciento veinte pesos sin chistar. Cuando descend'ia las escaleras de su cuarto acert'e a escuchar el tintineo triste de una canci'on asi'atica que brotaba de sus cuerdas y el coraz'on se me encogi'o de pena. Para aliviarla me dispar'e un par de buches que hab'ian quedado en la 'ultima botella y sal'i en busca de Ricardo.
Ahora necesitaba hacer c'alculos estrictos de mis finanzas pues ninguna de mis otras pertenencias val'ia una peseta. Previsoramente decid'i reservar el pasaje en 'omnibus hacia la Habana para finales de julio y quitarme esa preocupaci'on de encima. Los albergues, por otra parte, dentro de unos d'ias cerraban por las vacaciones, as'i que ped'i a Ricardo su apoyo inmediato en la soluci'on de mi hospedaje en esos quince d'ias que se avecinaban. R'apido de mente y sagaz como era me ofreci'o una oportunidad, seg'un 'el 'unica, de esa forma yo le tiraba un cabo y 'el me tiraba otro. Como no ten'ia otra alternativa tuve que aceptar su plan, que consist'ia ni m'as ni menos que en suplantarlo f'isicamente en la Brigada Estudiantil Universitaria que durante dos semanas y de forma voluntaria ir'ia a trabajar en la agricultura en un municipio de la provincia. Enriqueci'o mi mochila con un mosquitero, una frazada, jarro de aluminio, pasta de dientes, dos latas de leche condensada y una bolsa de galletas de sal, habl'o con el jefe de la brigada, socito suyo, para que guardara el secreto y de esa manera, con sombrero de yarey y todo me vi viajando dos d'ias despu'es en un 'omnibus atestado hasta Vertientes, rodeado de gente extra~na y bulliciosa.
El “himno nacional” en esos d'ias era la canci'on “My World” de Bee Gee y la cant'abamos a coro con tremendo entusiasmo y mayor desafinaci'on, intercal'andola con los viejos bolerones reverdecidos por los Pasteles Verdes.
Dos chicas sentadas frente a m'i no cesaban de cuchichear y sonre'ir mientras me observaban en detalle. Imagin'e que ellas como tantos otros, a pesar de haberme desensilviado, todav'ia distingu'ian en m'i rastros del plagiado y en un inicio no les hice mucho caso, pero al ver su insistencia les pregunt'e si ten'ia monos en la cara.
_No chico, no y no te pongas bravo, s'olo coment'abamos que para ser primos t'u y Richar no se parecen en nada.
_ ?Y qui'en les dijo que 'eramos primos?
_Bueno, es lo que se comenta, ?son primos o no?
_Somos m'as que eso, somos primos y hermanos de crianza, lo que pasa es que Ricardo sali'o bonitillo y yo soy, por as'i decirlo, el patico feo de la familia.
Enseguida me di cuenta que hab'ia metido la pata con eso del patico feo, porque las dos zorras comenzaron a re'irse como si les estuvieran dando cuerda. R'ie que te r'ie y r'ie.
_ ?D'onde est'a la gracia que no se la veo?
Y m'as risas y ahogos y toses y todo el mundo puestos para nosotros. Por suerte la rubita, mejor dicho rubiota, que despu'es supe se llamaba Bety, tuvo la elegancia de darme la explicaci'on al o'ido. Explicaci'on cargada de insinuaciones por supuesto.
_Cuidado con eso del patico_ me cuchicheo_, t'u no tienes tipo de eso ?O es que eres un gallo tapado?
_Ni tengo tipo ni lo soy, y el que tenga dudas que venga a probar.
La otra, m'as fe'ita y desparpajada, se mor'ia visiblemente de las ganas de saber qu'e habl'abamos. De aquel incidente surgi'o una maravillosa relaci'on que me hizo pasar d'ias espl'endidos
En cuanto llegamos al campamento, unas viejas naves largas y despintadas de paredes de madera y techo de zinc, Luis Maldonado, amigo cercano de Ricardo se me acerc'o.
_T'u no pierdes tiempo compay.
_ ?Con qu'e? _ le pregunt'e extra~nado.
_Vamos, no te hagas el bobo, que ya te vi dispar'andole a Bety.