90 millas hasta el parai?so
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Convertirse en el l'ider del Movimiento de Pa'ises No Alineados, siendo comunista, en el ajedrez tales jugadores llevan el t'itulo de Gran Maestro. Yugoslavia durante el r'egimen de Tito florec'ia. La muerte del mariscal, ya al cabo de un a~no, conllev'o la ruina del pa'is y el desmoronamiento de la unidad internacional. ?Acaso la muerte de Fidel provocar'a esa misma situaci'on? No, Tito no ten'ia a tal hermano como 'el, Ra'ul. Los dos disponen de cierto tiempo. Mientras que todo siga sin cambios.
El l'ider yugoslavo sab'ia manipular a los omnipotentes. Orde~naba a todos los que le rodeaban. Tal es la suerte de un dirigente de un pa'is grande o peque~no, pero no potente. 'El se encuentra en el filo de la navaja, en la punta del cuchillo, en el borde del abismo. Uno debe aprender a obtener provecho de su situaci'on poco envidiable. Fidel, s'i, mejor que otros sab'ia c'omo hacerlo.
?Qui'en en la China acomodada de hoy d'ia, recuerda los muy reales cuentos acerca del Gran Timonel Mao, que hasta en los 'ultimos d'ias de su vida no se limpiaba los dientes y se vaciaba en el foso? ?Que 'el obligaba a los campesinos a aniquilar los gorriones, con lo que atrajo a los campos a insectos e hizo morir de hambre a millones de personas? ?Homenajear'ian los chinos a Mao Zedong porque el revestimiento de terciopelo de su tren especial estaba remachado con clavos de oro? Entonces al dictador rumano Ceaucescu no lo habr'ia linchado la multitud, aunque 'el usaba un inodoro de oro. !No, naturalmente! El respeto a Mao est'a ligado con un momento de su historia: empezaron a respetarle a'un m'as porque supo hallar la forma de c'omo obtener del “perspicaz campesino”, as'i Fidel llamaba a Jruschev, la bomba nuclear y levant'o el pa'is que estaba de rodillas, convirti'endolo de una China retrasada, en una gran potencia nuclear.
Fidel tambi'en hizo de los ex esclavos una naci'on orgullosa. Los cubanos han de quedarse as'i para siempre. !Su suerte es la de conservar la independencia del pa'is o morir! “?Les ayudar'a en esto Dios? Ser'ia bueno” – pens'o Ra'ul. En tales casos, parece, se supone rezar. Para sus 74 a~nos, Fidel a'un no ha venido al altar con la oraci'on. ?Qui'en sabe, quiz'as lo haga para su jubileo a los ochenta a~nos?
– S'i, naturalmente – aprob'o Ra'ul la fatalidad en la conducta del hermano mayor, pero para s'i pens'o que, si se deja correr el asunto de Gonz'alez, ser'ia un descuido imperdonable. En el caso de que al joven cubano, seducido con las promesas de una vida paradis'iaca, se le ocurra traicionar a su patria, habr'a que neutralizarlo. Sea como sea. F'isica o moralmente. No tiene importancia. Lo principal es que el pueblo de Cuba vea el castigo inevitable por la traici'on…
– ?Pues, este joven est'a aqu'i? – pregunt'o, al fin, Fidel.
El hermano menor lo confirm'o con un gesto afirmativo.
– Hazlo pasar aqu'i – le orden'o a Ra'ul.
– Inviten a Juan Miguel Gonz'alez – orden'o a los comisionados del Ministro de Defensa. Juan Miguel, de mediana estatura, un joven con una figura bien formada con unas orejas un poquito alargadas, estaba sentado en la sala de recepci'on en una silla trenzada indonesia con un espaldar afiligranado – Como un escolar, esperaba amedrentado la entrevista con un gran hombre, el l'ider de Cuba. No pod'ia imaginar que todo esto le ocurriera a 'el. Su esposa Nersy, con motivo de una visita a La Habana, oblig'o a Juan Miguel a que se pusiera una nueva camisa blanca, cuyo cuello le apretaba ahora la garganta, como si fuera un estirado collar de perro.
– Pase Ud. – le susurr'o al o'ido un negro robusto de la escolta presidencial de Fidel.
Juan Miguel entr'o en el “Sancta Sanctorum”, un modesto despacho del l'ider de la Rep'ublica. En la pared estaba colgado un retrato hecho a 'oleo del h'eroe de la revoluci'on, de un barbudo sonriente, Camilo Cienfuegos, cuya muerte origin'o en los c'irculos de la inmigraci'on en Miami todo tipo de versiones acerca de las causas de su fallecimiento en un accidente a'ereo fatal. Junto al retrato hab'ia un cuadro con la imagen del trabajo voluntario de los ni~nos cubanos en la cosecha de la ca~na de az'ucar, la zafra. Los muebles en el espacioso gabinete de Fidel no parec'ian ser lujosos. En el amueblado no hab'ia alusi'on alguna al estilo “kitsch” de palacio. Al contrario, algo hac'ia recordar el mal gusto, el burocratismo y el ascetismo del morador de este espacio.
Apareci'o Fidel. !Ah'i est'a 'el! El hombre leyenda. El “Barbudo” con una barba ya enralecida. Un orador genial, capaz con su discurso fogoso, en el transcurso de muchas horas, de captar la atenci'on de cualquier auditorio. Ni una sola vez perdi'o el hilo de sus comentarios, segu'ia la l'ogica de la narraci'on, sin que confundiera las fechas, cifras y detalles hist'oricos. Una persona que dispone de una memoria incre'ible y una voluntad inquebrantable. El h'eroe y “El Caballo”, el potro que pudo dar vida a la 'ultima criatura, siendo un viejo de 65 a~nos…
Fidel apret'o su mano. No permiti'o que fuera largo el apret'on de manos, sino muy breve. Hubo una contracci'on muscular en la palma de la mano y Juan Miguel sinti'o en ese instante la potencia de una gran personalidad. El joven se turb'o de la mirada fija de la persona №1 en Cuba, y as'i mismo sent'ia como lo taladraban los ojos de Ra'ul, del hombre №2.
– Juan Miguel, deber'as emprender un viaje al juzgado a los EE.UU. Eso lo requieren las circunstancias, el derecho internacional y la Temis americana. En esto insisten el Ministerio de Justicia y los subordinados a este, el Servicio de Inmigraci'on y Naturalizaci'on. La presencia del padre en el juzgado relacionado al asunto del retorno de su hijo Eli'an, lo desea tambi'en el pueblo norteamericano. All'i est'an seguros de que, en cuanto te liberes de mi vigilancia, naturalmente, pedir'as refugio pol'itico en los EE.UU. Esto significa que el problema de la reuni'on del padre y el hijo se soluciona autom'aticamente, y para qu'e se arm'o ese esc'andalo ruidoso.
– Yo no voy a rendirme. Me han robado al ni~no, y yo quiero solamente una cosa: que sea devuelto Eli'an a su padre, a su pa'is natal, donde se sent'ia feliz.
Las palabras del joven conmovieron a Castro, pero el Comandante no quiso mostr'arselo.
– En 41 a~nos transcurridos despu'es de la victoria de nuestra revoluci'on, la legislaci'on americana no hizo a Cuba ni una sola concesi'on – continu'o Castro – los recursos de los que disponen tus oponentes son ilimitados. Tanto en el aspecto jur'idico, como en el financiero.
– ?Y lo que se refiere a lo moral? – el joven cort'o involuntariamente a Fidel. ?Y el aspecto moral?
Fidel se cruz'o la mirada con el hermano. A los dos les agrad'o la r'eplica del simple muchacho de C'ardenas, el cual no tom'o en consideraci'on las palabras de los oponentes, insist'ia en lo suyo.
– La parte moral de nosotros, de los cubanos, siempre se encuentra en el primer plano. Todo el pueblo, y cada uno de por s'i, se incorporar'a a la lucha por su peque~no ciudadano. Iniciando este enfrentamiento, debemos tener s'olidos motivos, no solo en lo jur'idico, sino en lo moral tambi'en. Pero ten en cuenta, te esperan grandes pruebas.
– Estoy listo a enfrentarlas.
– Tu 'impetu es digno de elogio. Pero deber'as llevar contigo a tu nueva esposa y a tu nene, as'i como a las dos abuelas de Eli'an.
– ?Para qu'e han de estar ellos all'i? Yo podr'ia ir solo para traer a Eli'an.
– Entonces ellos dir'an que Castro dej'o como rehenes en Cuba a la nueva familia de Juan Miguel y a su madre. El joven est'a acorralado, en una situaci'on sin salida. No puede ser libre en la toma de sus decisiones. Es inflexible en sus intentos de hacer volver al hijo a Cuba solo porque a los familiares les amenaza la represi'on f'isica. ?Es eso lo que quieres?