90 millas hasta el parai?so
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Yendo camino a la “amada”, L'azaro hizo una parada imprevista. Pudo ver una vaga silueta conocida en el senderito empedrado, al lado de la parte transitable.
– !Qui'en lo hubiera dicho, Dayana! – lo dijo en voz alta y apret'o el pedal del freno. El coche se detuvo chirriando al lado de la chica, en el pecho de la cual colgaba una mochila con un pituso. El “Lada” traquete'o unos segundos y se par'o espont'aneamente. El ch'ofer con dificultades hizo bajar el vidrio, se atrancaba la manecilla.
– ?Y en esta chatarra llevas a turistas? – expres'o con iron'ia la muchacha.
– Es que t'u sabes – esto es provisional – sin salir del coche, L'azaro lo coment'o entre dientes, estando irritado con su ruidosa chatarra, la cual no arrancaba de ninguna manera.
– En tu vida todo es provisional – continu'o ri'endose del ex coinquilino la chulona – Aunque una sola vez hubieras venido a visitar a Xavier… – suavizando un poco el tono lo pronunci'o Dayana con reproche. El pituso, al o'ir su nombre, balbuce'o algo ininteligible.
– Para qu'e visitarle, si acabo de verle – lanz'o esta r'eplica L'azaro despidi'endose, estaba contento de que el coche hubiera arrancado. Apret'o el pedal del acelerador, sin lamentarse dej'o atr'as a su antiguo amor y no deseaba pensar en el destino del ser, en cuyas venas flu'ia su sangre.
Al llegar al hotel “Paradisus Punta Arena”, se reasegur'o por si acaso – no hizo parar el motor. Qui'en sabe… Con odio iba recordando sus intentos infructuosos al fallarle la llave de encendido hasta que no hubo concebido el olor de una fragancia agradable y no hubo o'ido la tierna voz de Elizabeth. Ella ya hab'ia saltado al asiento delantero de su coche y cerr'o as'i la portezuela.
– Llegaste con diez minutos de demora – le susurr'o en su o'ido.
– Para eso hubo causas muy s'olidas – murmur'o L'azaro, cubri'endola con besos. Hasta en este momento, despu'es de las “simult'aneas”, que organiz'o la alemana llena de amor en el hotel “Siboney”, 'el la besaba con gran placer. Su afici'on ven'ia impulsada por la comprensi'on de su completa superioridad sobre la criolla cr'edula, la que deber'ia convertirse en un trampol'in para su ascensi'on. Despu'es le dir'a “Adi'os”, y no se pondr'a a fingir su piedad hacia ella, asemej'andose de tal forma a su ex prometido. Adem'as, ella misma reconoci'o que la piedad solo humillaba a uno. La dejar'ia abandonada sin m'inima compasi'on, en cuanto llegue la hora. Los millonarios deben tener un mont'on de criollas, mulatas y “chicas” de piel negra.
– Espera, aqu'i no – Eliz hizo parar a su h'eroe-amante. – La mucama Lourdes trab'o un l'io amoroso con un hu'esped – petrolero de Rusia. Alquil'o un jeep y se fue con ella a las playas del Caribe, a Trinidad. Sin dificultad alguna podemos penetrar en su bungal'o… – lo pronunci'o ella de una manera conspirativa, desapretando la palma de la mano y mostrando una llave magn'etica.
– Vamos – no hab'ia que persuadir a L'azaro, si se hablaba del sexo en apartamentos lujosos. De adue~narse de algo all'i, 'el tampoco rechazaba esa idea. Verdad es que, yendo por el camino, Elizabeth pudo convencerlo de que no lo hiciera. Adem'as, Lourdes le hizo un gran favor y ella no estaba acostumbrada a recompensar la bondad con una negra ingratitud. 'El, a su vez, acept'o lo expuesto por la amante con pocas ganas.
Un rato despu'es, ellos ya estaban en el lugar de destino. Realmente, sin ninguna dificultad, por el caminito secreto de su amiga pudieron pasar de largo la guardia por el senderito que llevaba al bungal'o del hotel “Meli'a Las Am'ericas”.
Al entrar en la casa y viendo los enseres lujosos de sus habitaciones, L'azaro exclam'o con amargura:
– ?Por qu'e todo eso no es para nosotros?
– Es para nosotros, pero solo hasta las dos de la madrugada. Debo volver a C'ardenas para las dos, de otra manera, Juan Miguel no estar'a tranquilo – se puso a arrullar Elizabeth, acariciando con su mano las sobrecamas de seda de una enorme cama de dos plazas y echando una mirada “coquetona” a L'azaro.
–As'i siempre ocurre lo mismo. En este pa'is del diablo nos limitan en todo – en el tiempo y en la libertad de circulaci'on – L'azaro se puso a cantar su vieja canci'on, arrim'andose a Eliz.
– Esta “isla del diablo”, como te expresas t'u – es nuestra Patria – repuso Elizabeth.
– Y yo voy a hacer el amor con un miembro activo de la Uni'on de J'ovenes Comunistas – observ'o ir'onicamente
– Adem'as, muy activo – a~nadi'o Elizabeth mientras iba quit'andose la ropa.
– Esp'erate – record'o de improviso el amigo. Ahora quiso especialmente hallarse inmerso en el pellejo de un oligarca real. Te he preparado una sorpresa, mejor dicho, ser'ian dos verdaderas sorpresas. Quiero pon'ertelas, sin que esto sea aplazado para despu'es y tir'o a la desnuda Elizabeth una ropa interior de encaje de incre'ible hermosura. El color turqu'es de esta dej'o asombrada a la joven mujer, la cual pod'ia ver prendas semejantes solo en los cuerpos de ricas turistas.
– !Qu'e hermosura! – exclam'o apasionadamente la joven, que salt'o de la cama en un instante y se peg'o al espejo. Volvi'o irradiando alegr'ia, la talla le quedaba bien.
– ?De d'onde es esto?
– Ven aqu'i – la tom'o de la mano y le puso en su mu~neca un brazalete grande de oro con un capullo en forma de p'etalos de una orqu'idea.
En esta ocasi'on el coraz'on avaro del “donante” se estremeci'o en el pecho. 'El mismo se asust'o de la generosidad que se adue~n'o de s'i. No obstante, se tranquiliz'o ya que estaba seguro de que hab'ia elegido una estrategia infalible. Ahora la chica le har'ia todo, pidiera lo que pidiese. !Ya ten'ia garantizada la vivienda y el estatuto de fugitivo pol'itico en los EE.UU.!
Eliz qued'o atolondrada, enmudecida.
– ?De d'onde los sacaste? – por fin, volvi'o a pronunciar algo.
– Yo s'e que lo que tienes t'u es m'io – respondi'o el “h'eroe”, atrayendo a la amante y se apoder'o de ella en una enorme cama llena de una concupiscencia vergonzosa. Sus cuerpos se deslizaban por la seda fina, haciendo el amor vicioso, sin recordar nada – ni de la Dayana rechazada, ni del apacible Juan Miguel, ni de los dos peques, uno de los cuales a'un no ha experimentado los sufrimientos por tener la edad de dos meses, y el otro muy pronto deber'ia enfrentarse a toda la maldad del mundo…
Frenado el instinto animal, L'azaro se extendi'o en la cama y extrajo de la cajita de n'acar un cigarro “Hoyo de Monterrey”. Se puso a fumar contemplando el techo y reflexionando en voz alta:
– Mi padre toda la vida est'a trabajando duro, extrayendo el petr'oleo del pozo, pero nunca podr'a permitirse tener tal bungal'o. Hasta los rusos comprendieron que el socialismo es una bazofia. Sus petroleros est'an haciendo amor con todas nuestras chicas.
– ?Y a ti, te faltan chicas? – interpuso Eliz.