90 millas hasta el parai?so
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Juan Miguel, el padre del ni~no, por un instante qued'o pensativo. Luego exclam'o:
– Lo he comprendido.
– Te van a ofrecer mucho dinero y una vida paradis'iaca…
– En el Ed'en no se necesita dinero – de manera segura lo expres'o tajantemente Juan Miguel – Por lo tanto, Am'erica no puede ser para'iso para el cubano. Esto es una cuesti'on de honor.
– Para nosotros esto es a'un una cuesti'on de confianza – intervino su palabra Ra'ul.
– No solamente para nosotros – confirm'o Fidel – Todo el pueblo confiar'a a ti, Juan Miguel. Para once millones de cubanos de diferentes edades y sexos, naciones y grupos 'etnicos, cat'olicos y “santeros” 1 , t'u y Eli'an se convertir'an en s'imbolos de nuestro pa'is. No hay pecado m'as terrible que el de enga~nar a la gente que haya confiado en ti… ?C'omo se llamaba tu primera esposa, la madre de Eli'an? – de repente pregunt'o Fidel, como lo hac'ia habitualmente si le interesaban algunos detalles.
1
"santeros" – descendientes de los esclavos, principalmente mulatos, seguidores del culto pagano “santer'ia”, es de origen africano.
– Elizabeth Brotons – lo dijo muy despacio el joven cubano – No me dijo nada acerca
de sus planes…
– ?Le eras fiel en el per'iodo de la vida conjunta?
Juan Miguel agach'o la cabeza
– La respetaba mucho – expres'o este, justific'andose.
– Como var'on yo te comprendo – Fidel se rasc'o la barba.
Y yo, siendo comunista, te recomiendo que pienses muy bien acerca de tu actual situaci'on – expres'o su opini'on Ra'ul – No te exhorto a que mientas y te pongas a justificar tu conducta. Ten en cuenta, simplemente, que sus juristas van a engancharse a cualquier hilo posible, para denigrarte, desacreditar ante millones de norteamericanos la imagen de los comunistas, y como resultado, humillar a Cuba. El valor de cada palabra, pronunciada por ti en los EE.UU., crecer'a de manera incre'ible. Nadie te obliga a confesar que hab'ias sido infiel a tu c'onyuge.Pueden aprovechar tu honradez, como instrumento contra tu patria. No les concedas a nuestros enemigos una informaci'on adicional. No les entregues personalmente un triunfo complementario.
– Hay una historia en la Sagrada Escritura – record'o a prop'osito el Castro mayor– Cuando Jos'e, queriendo aleccionar, y luego perdonar a los hermanos ruines, aprovech'o un enga~no peque~no. ?No se necesit'o el enga~no, si este no se utiliza en aras de la bondad?
Este argumento deber'ia ser el 'ultimo que aprovechar'ia el hermano menor. Acaso
Fidel se ha olvidado de que todos estos cuarenta a~nos de ataques contra Cuba, los yanquis llamaban a los cubanos “herejes”, y atra'ian a su lado el nombre de Dios. Los Conquistadores tambi'en aniquilaban a los indios bajo las banderas Santas. Fidel no pudo olvidar esto. Poseyendo tal memoria, probablemente cree que Dios est'a a favor de Cuba…
La conversaci'on no finaliz'o as'i. Fidel le pidi'o a Juan Miguel que saliera por un rato, este ten'ia varias preguntas confidenciales a su hermano.
– ?Qu'e est'a emitiendo la hostil radio enemiga, a la cual no pudiste silenciar completamente? – se interes'o Fidel.
– Est'an demasiado cerca… Siguen el ruidoso esc'andalo hist'erico en torno al ni~no – inform'o Ra'ul. – Est'an transmitiendo tambi'en que has adquirido en Francia un yate tipo “flybridge” con un bar, una barbacoa y una ba~nera de m'armol.
– Ser'ia mejor dar a conocer que en este se hayan instalado girosc'opicos estabilizadores de balanceo y un sistema que mantiene inm'ovil el yate, sin usar el ancla. Ahora nuestros buzos podr'an filmar para el pueblo los buques hundidos y la fauna del mar del Caribe, sin da~nar con el ancla echada los arrecifes de coral.
– Siguen comentando que t'u, a la manera de Gorbi, el cual devor'o una pizza italiana para hacer publicidad, permitiste que te fotografiaran por dinero en zapatillas deportivas espa~nolas.
– ?Los ni~nos recibieron las zapatillas?
– La primera partida de calzado ya la distribuyeron en dos escuelas de Sancti Sp'iritus y en un orfanato en Agramonte.
– Ellos promet'ian dar muchas zapatillas, y a Gorbachov, seguramente, le hab'ian prometido mucha, mucha pizza…
– Creo que no le enga~naron… para que 'el enga~nara a su pueblo. Adem'as, Gorbi lo ped'ia, no para el pueblo, sino para s'i, y eso significa que 'el no ped'ia tanto.
– El l'ider de tal pueblo de ninguna manera deb'ia pedirlo… – expres'o pensativamente Fidel – Sea como sea, yo no comprendo qui'en les dio el derecho de llamar a su vil radio con el nombre de nuestro h'eroe nacional, Jos'e Mart'i. Sil'encialos.
– Est'an demasiado cerca…
– ?Qu'e opinas sobre este muchachito de C'ardenas?
– Es que t'u sabes mi opini'on. Hasta el fin confiaba solamente en dos personas, en el hermano, que es cinco a~nos mayor que yo, y en el Che. Ahora, solo en mi hermano.
– Quiero charlar cara a cara con este muchacho. Vete a hacer tus asuntos – orden'o Fidel y pidi'o que llamaran a su despacho al se~nor Gonz'alez…
– Eres incorregible – as'i se expres'o Ra'ul, y'endose del despacho – A'un sigues creyendo en la gente…
Al volver Juan Miguel al despacho del Comandante, este comprendi'o que el l'ider cubano quer'ia hablar francamente con 'el.
– Cu'entame sobre tu Elizabeth y Eli'an – pidi'o Fidel.
Juan Miguel le narr'o su historia. Quedo muy sorprendido. Era incre'ible que, a pesar de estar tan atareado, el l'ider del pa'is hubiera escuchado todo hasta el final, apenas de vez en cuando interrumpiendo al narrador y exigiendo de este pormenores para concentrarse en los detalles…
Municipio Varadero, Cuba
D'ias antes de la tragedia
L'azaro Mu~nero, gamberro menudo, que so~naba con ser un gran contrabandista, al fin se decidi'o a infiltrarse en la habitaci'on de un entrado en a~nos burgu'es de Fr'ancfort. Vino a descansar con su nieta veintea~nera. El c'omplice del efractor, Julio C'esar, ayudante del barman del hotel “Siboney”, prometi'o entretener al alem'an un rato, deteni'endole en la barra del bar.
L'azaro entr'o sin ninguna dificultad en la habitaci'on. Le han servido para esto los h'abitos de c'omo usar la ganz'ua, adquiridos en los a~nos de su juventud. Entonces, realiz'o su primer hurto con fractura, extrayendo del despacho del director de la escuela los medios recolectados por los alumnos para comprar medicamentos destinados a los ni~nos de Chern'obil.
En aquella 'epoca el gobierno de Cuba aprob'o una decisi'on sin precedente: sanar gratuitamente a los ni~nos irradiados ucranianos. Si a L'azaro lo hubieran pillado en aquel momento, el asunto habr'ia adquirido m'as bien un car'acter pol'itico que penal. Pero la sospecha recay'o en otro alumno, cuyos parientes denigraban a Castro, a'un en los a~nos de la dictadura de Fulgencio Batista, y ahora resid'ian en Florida. Al muchachito inocente lo expulsaron de la escuela, lo que L'azaro acompa~n'o con una sonrisita, jact'andose ante una nueva amiguita: “!Lo torpe que son!”