90 millas hasta el parai?so
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Esto tuvo lugar despu'es de tener siete abortos, unas decenas de consultas, investigaciones en el servicio gen'etico en el hospital “Ram'on Gonz'alez Coro”. !El octavo embarazo condujo a alcanzar la meta deseada – el 6 de diciembre de 1993 entre Juan Miguel y Elizabeth, oficialmente divorciados, pero que viv'ian bajo un mismo techo, naci'o un ni~no sano!
Padre y madre… Por fin, se han hecho padres. No pod'ian apartar la vista del pituso envuelto en pa~nales con las cejas pegadas. Era muy dif'icil creer que esta diminuta criatura hace poco se mov'ia en la barriga de Eliz. Los dos estaban locos de alegr'ia. El mu~neco era la encarnaci'on del sue~no de ellos. Pertenec'ia de igual manera a los dos. Ambos se sacrificar'ian, si se necesitara algo para este ser indefenso.
– Eres una verdadera hero'ina – as'i alentaba Juan Miguel a la a'un d'ebil Eliz. Su cara despu'es del parto estaba cubierta de peque~n'isimas pintas – debido al parto, se reventaron numerosos vasos capilares. Se sent'ia cohibida de su apariencia impresentable y, adem'as, de que hubiera engordado tanto. !Qu'e tonter'ias! Nunca antes Eliz hab'ia sido tan guapa. As'i francamente lo cre'ia su ex marido. Cuando ellos se conocieron, la chica apenas hab'ia cumplido catorce a~nos. Qui'en sedujo a qui'en, es una pregunta problem'atica. Elizabeth, muchachita animada, siempre lograba alcanzar lo que quer'ia. Juan Miguel era el primero y 'unico var'on en su vida. Para Cuba, donde los criterios de edad tienen sus espec'ificos marco. Esa relaci'on sexual tan temprana se consideraba, si no una norma, ya establecida, entonces habiendo un acuerdo mutuo y si no se manifiestan en contra los familiares, era algo habitual y com'un. Inicialmente sus relaciones se llenaron de pasiones irresistibles, que desembocaban en inolvidables placeres de la carne. Al correr los a~nos, el ardor sexual se relaj'o, y los sentimientos se transformaban en algo m'as pr'oximo serio y maduro.
Eliz quer'ia tener una familia normal, quer'ia ser verdaderamente una mujer adulta, ser madre. Juan Miguel so~naba de la misma manera que su esposa.
Se festej'o un casamiento modesto, los dos sin demora se pusieron a cumplir las tareas planteadas – dar a luz a un ni~no. El tiempo pasaba volando, pero la criatura no quer'ia nacer. El sexo de manera gradual adquiri'o un car'acter de trabajo minucioso, cuya finalidad era tan noble y generosa que ya ni hablar de la concupiscencia.
La seriedad de las intenciones empeoraba la ilusi'on ligada a los permanentes fracasos. El miedo ante el sucesivo aborto conllevaba a los dos a un estado de desesperaci'on. Cada intento de iniciar todo desde el principio finalizaba con un nuevo fiasco.
A Juan Miguel y Elizabeth transcurridos ocho a~nos tensos y, siendo este un per'iodo poco feliz, ya no les hac'ia falta explicar qu'e significaba la imperfecci'on y el sentimiento de perdici'on irremediable.
Muchas familias en todos los rincones de la tierra padecen de un ansia similar, repiti'endose esta de a~no en a~no en intentos fallados de tener un angelito. Algunos hallan el motivo para re~nir y llevan el asunto hasta el divorcio, ocultando la causa verdadera con las habituales frases: “No nos llev'abamos bien”. Otros caen en una depresi'on horrible y buscan formas de relajarse en ligues rom'anticos fuera de la casa. Algunos, a semejanza de Juan Miguel y Elizabeth, al haber perdido la agudeza de la pasi'on carnal, siguen yendo hacia la meta, costara lo que costara. En el caso de que la alcancen, ellos ser'an los seres m'as dichosos del mundo.
Se concentraron en lo m'as importante. Juntos alcanzaron el fin. Su peque Eliancito – un ser vivo, su hijito querido – se hizo ciudadano del pa'is, al cual los dos lo quer'ian con locura.
En ellos hab'ia tanto de com'un. Si lo hubieran comprendido antes, no habr'ia ocurrido lo que tuvo lugar seis a~nos despu'es de nacer su criatura…
* * *
La polic'ia encontr'o r'apidamente a L'azaro. Decidieron arrestarlo directamente a la salida de la discoteca “La Rumba” – meca de la reserva tur'istica de Varadero.
La entrada aqu'i a las cubanas, que se dedicaban a la prostituci'on, se les estaba prohibida rotundamente. Se las arreglaban para pasar el cord'on de seguridad, yendo tomadas del brazo de alg'un novio cubano…
L'azaro interven'ia en esta ocasi'on como cortejador de Yoslaine, una mulata exuberante con colmillos de oro. Las lechuguinas habaneras no se olvidaron de adquirir este atributo de estilo, tomado de los videoclips puertorrique~nos y de Miami, y difundir la moda de estas coronas de oro a todas las grandes ciudades, desde la capital tabacalera Pinar del R'io hasta el carnavalesco Santiago y la colonial Trinidad.
La tarea de la parejita era simple. Primero, pasan a la discoteca, aparentando ser unos enamorados. Luego, la mulata encuentra a un extranjero y se pone de acuerdo en reunirse con el cliente en la calle. L'azaro se la lleva del club y la acomoda en el coche del turista. Ella le entrega diez pesos “convertibles” por el servicio, de los cuales dos llegar'an al “pico” del guardia. Todos quedan satisfechos.
L'azaro Mu~nero Garc'ia en m'as de una ocasi'on se vio realizando tales negocios. Los guardias de “La Rumba” le reconocieron y uno pod'ia notar en estos una alegr'ia prudente, ya que esperaban recibir una propina.
La parte principal del trayecto de la puta – que se extend'ia en torno a la pista de baile, llena de un p'ublico variado – ya se hab'ia superado. L'azaro hasta tuvo tiempo de apurar tres copas de “cubalibre”. Lo bueno es que la entrada la pag'o la compa~nera.
No se puede decir que L'azaro haya agarrado una borrachera hasta la insania, pero su natura bronquinosa empez'o a mostrar actividad en busca de c'omo usar las maniobras de judo, aprendidas a'un en el colegio. Sin embargo, la sed de dinero f'acil y el miedo ante una docena de miembros de la seguridad apag'o el inicio de un esc'andalo.
Pero se verti'o hacia afuera la pasi'on del eterno discutidor respecto a las disputas. Dicen que en la discusi'on nace la verdad. ?Y si ambos discutidores est'an seguros en que sus justificaciones son correctas y no toman en consideraci'on los argumentos del oponente? Los expertos aseguran que en tales discusiones muere la verdad…
– !Actuando as'i vas a buscar largo tiempo a un cliente! – L'azaro vocifer'o con irritaci'on a Yoslaine, pegada a la barra esperando a alg'un turista simp'atico. No quisiera entregarse a un bebedor, un gordinfl'on o un monstruo.
– As'i no se hacen los asuntos – incitado a largas peroratas con el c'octel de turno de ron blanco y cola, continu'o L'azaro – hay que buscarlo no entre los j'ovenes juerguistas, los cuales arden por bailar. !Estos pueden bailar con frenes'i un par de horas, sin pensar en una chica! Ah'i hay dos. Est'an sentados con un fin muy concreto – enganchar a alguien. ?Quieres yo mismo se lo explique a ellos? Solo el precio por mis servicios se duplicar'a. ?De acuerdo? Un billete de veinte. ?OK?
–Ponte de acuerdo mejor con tu Elizabeth. ?C'omo es que te aguanta? – hizo pasar tras los dientes Yoslaine – ?Sabe ella que t'u eres un animal ordinario?