90 millas hasta el parai?so
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22 de noviembre de 1999.
Los suburbios de C'ardenas
El viento segu'ia soplando ya hace dos d'ias, infundiendo la inquietud no solamente en las columnas desordenadas de las olas oce'anicas, sino en los corazones de media docena de personas, que se decidieron a abandonar la patria y que hab'ian confiado su suerte en el piloto diletante que se llamaba L'azaro Mu~nero.
– All'i est'a el para'iso – as'i hablaba un hombre que llevaba colgado un machete del cintur'on, pero el peque~no Eliancito, no se sabe por qu'e, no cre'ia en eso, mirando el cielo deslucido, y a un repugnante buitre negro con la cabeza roja, que planeaba sobre la barcaza miserable, en la cual se hab'ian reunido los condenados para emprender una traves'ia peligrosa.
La gente portaba los ba'ules con las prendas, pisando la escalera oxidada, volviendo la cabeza hacia atr'as y rega~nando al caudillo muy seguro de s'i mismo. Se desped'ian muy de prisa y corriendo con los pocos familiares, cuyos ojos se humedec'ian por las l'agrimas.
El buitre negro, conocido como aura o trag'on de carro~na, ahora estaba dando vueltas sobre la barcaza en compa~n'ia de otras aves, uni'endose en una bandada entera de compa~neros de esta especie. Desplegando las alas ralas, ellos se lanzaban en picada a las rocas ribere~nas, o se levantaban por las nubes, la trayectoria inconcebible pod'ia ser emparentada al caos, en el 'animo que reina entre los refugiados. A las aves que volaban de ac'a por all'a, sin ser capaces de determinar la altura requerida, algunos de los que vinieron a despedir a los suyos cre'ian que era el presagio de una desgracia.
Una de las j'ovenes mujeres, que se llamaba Ariana, se arriesg'o a emprender un viaje tan peligroso con su hijita de cinco a~nos, pero le fallaron los nervios. Una escaramuza violenta con L'azaro le hizo comprender que arrancar sus mil d'olares pagados, en calidad de avance por el traslado, ella de ninguna manera podr'ia obtenerlos de nuevo, ya que el dinero hab'ia sido gastado en la preparaci'on de la expedici'on. Entonces, la mujer entreg'o forzosamente a su chicuela a la madre, que vino a despedirse de ellos, y mostrando su desd'en hacia L'azaro, o al riesgo que ahora le amenazaba solamente a ella, iba portando el 'ultimo b'artulo al casco. Este era de una vitalidad dudosa. Para Ariana ahorrar tal suma era pr'acticamente algo irreal, por eso no le quedaba, a su parecer, otra salida. La traves'ia de la peque~na Estefan'ia y su madre anciana la aplazaba para organizarla despu'es… Cuando estuviera bien plantada en los EE.UU.
– ?Mam'a, por qu'e pap'a no se va con nosotros? – pesta~neaba con sus ojitos casta~nos Eliancito.
– !?No est'as harto de chacharear sobre tu padrazo?! – Lo cort'o bruscamente L'azaro, estando acalorado de la disputa con la loca Ariana, – te las pasas callejeando de un lado a otro los d'ias enteros. Ya es hora de hacerse mayorcito. Ma~nana estar'as en un pa'is donde hay todo lo que puedas so~nar…
– ?Y un Mickey Mouse grande? – la pregunta del peque~no desconfiado L'azaro mentalmente la clasific'o como primitiva, pero de igual modo contest'o:
– Mickey Mouse no ser'a lo 'unico que podr'as ver all'i.
– ?Y una nueva patineta?
– En ella ir'as a ver a Mickey Mouse – lo expres'o con mordacidad este, cansado del interrogatorio est'upido del ni~no.
– ?Habr'a un machete de juguete en un estuche de cuero con motivos indios y con el perfil de Hatuey 9 ? – sigui'o preguntando el chico melindroso.
– ?Para qu'e necesitas un machete de ese tipo? F'ijate, tengo uno verdadero. Con 'el se puede cortar tu leng"uita desobediente, si no cesa de desembanastar… – La amenaza no parec'ia ser tan inofensiva, en especial para Eliancito, que se asust'o no tanto del irritado tono del conocido de mam'a, sino del aspecto amenazador de su machete con un mango macizo hecho de madera rosa.
9
Hatuey – cacique de los indios. Encabez'o la sublevaci'on de 1511–1512 contra los colonizadores espa~noles. Fue hecho prisionero por la orden de Diego Vel'azquez de Cuellar fue quemado en la hoguera.
– ?Es obligatorio que te la pases asustando al ni~no? – intervino la madre.
– No te enojes con 'el, ni~na m'ia – como siempre surgi'o a tiempo do~na Mar'ia Elena, fumando un cigarro – Todo eso tiene lugar por las divisas malditas. Le hicieron perder la cabeza al pobre chico. Ahora lo est'a pagando con el propio trabajo. Est'a tan atareado que no le queda tiempo para elegir las adecuadas expresiones. Querida, deber'as comprenderlo. Es que 'el tambi'en est'a esforz'andose por ti. En primer t'ermino, es por ti, nena.
– Quiero ver a pap'a… – mirando con esperanza a su mam'a, pidi'o Eliancito.
– Ahora 'el es tu pap'a, – la vieja anciana con el cigarro en la boca, parec'ia ser un babalao 10 , indic'o al conocido de mam'a.
– No hay dos pap'as. !Pap'a ha de ser solo uno! – rechaz'o esas palabras el ni~no, apretando los labios y buscando con los ojitos la afirmaci'on de su conclusi'on, aunque fuera con una gesticulaci'on m'imica aprobatoria de su mam'a. Pero esta no reaccion'o siquiera a su r'eplica. Permanec'ia callada.
10
babalao – es t'itulo Yoruba que denota a los Sacerdotes de Santer'ia materializaron en la pr'actica su sue~no y no llegaron hasta el para'iso en la Tierra.
– ?Es verdad, mam'a? – lanz'o un grito Eli'an, tir'andola de la manga.
La mujer no contestaba al hijo, observando ensimismada al 'ultimo viajero que subi'o a bordo, en cuya mirada pudo leer sus propios pensamientos.
A Don Ram'on Rafael, se le pod'ia o'ir gimiendo, era el padre de L'azaro. El hijo y la mujercita de 'el pudieron convencerle de trasladarse solamente mediante un ultimato directo, afirmando que si 'el contin'ua obstin'andose – desamarrar'an solos.
?C'omo 'el, una persona solitaria y de edad avanzada, podr'a vivir luego sin sus familiares? Sean como sean, pero son los m'as allegados. Si parara a estos “viajeros”, lo martirizar'ian luego con reproches, chantajes y cavilaciones. Le pondr'ian el gorro a 'el, acus'andole de que por culpa suya no materializaron en la pr'actica su sue~no y no llegaron hasta el para'iso en la Tierra.
?Qui'en sabe d'onde est'a ese para'iso? Puede ser que est'e aqu'i, en Cuba… Si una persona habla constantemente, que est'a viviendo mal, el Se~nor puede mostrarle como es “realmente mala la vida”. Cuando un hombre ve lo bueno hasta en condiciones donde la
vida no es muy f'acil, Dios mostrar'a lo que es “verdaderamente bueno”.
Puede ser que Fidel de verdad sea profeta, semejante a Mois'es. Cuarenta a~nos a partir de 1959 estuvo 'el indicando el camino limit'andose a una isla, explicando que no hay nada que buscar, que en realidad se hallan en el para'iso. En su isla poblada por miles de animales excepcionales y no hay ninguno que sea venenoso. Donde los 'arboles sagrados e imponentes, la ceiba, que crece junto a Caesalpinias fogosas. Donde se abre la mariposa n'ivea, y gorjea la diminuta ave tocororo, cuyo plumaje azul-rojo-blanco se asemeja a la bandera cubana. Quiz'as transcurridos cuarenta a~nos de andanza por la isla su tierra se haya convertido en un para'iso, adem'as, lleg'o a ser el Ed'en con ayuda de sus manos cansadas, que con la misma obstinaci'on saben manejar el arado y el fusil…
– Debes ir por tu hijo – as'i se expresaba Mar'ia Elena, instruyendo a don Ram'on para el lejano camino – aqu'i estar'a perdido, se pudrir'a en las mazmorras de Ra'ul. All'i se abren inimaginables perspectivas… Tu hijo te necesita. No lo traiciones.
… Cuando el caudillo de la primera guerra por la independencia de Cuba, Carlos Manuel de C'espedes, fue puesto por los espa~noles ante la opci'on de salvar a su hijo natal o traicionar a la patria, el h'eroe prefiri'o sacrificar la vida del hijo a rescatarla mediante el precio de la traici'on.