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90 millas hasta el parai?so
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Las provocaciones no acabar'an nunca. Pero no somos aquellos, los de antes. No somos gatitos ciegos y terminamos los estudios de diplomacia, la t'actica en enfrentamientos medi'aticos. El pueblo ya hace tiempo que est'a cansado de esa tensi'on permanente y ansia una vida pac'ifica. Sue~na con la buena vecindad con todos. Y con los EE.UU. en primer lugar. Pero all'i me han alistado a la legi'on de diablos junto con Sadam, Bin Laden, Kim Jong–il y Lukashenko. No quieren llevar las conversaciones conmigo. Es un circuito cerrado. Pero lo romperemos con la fuerza de la verdad. Por su peque~no ciudadano no intercede Fidel, sino Cuba. ?No quieren hablan con Castro? Entonces deber'an llevar las conversaciones con todo el pueblo cubano, y t'u, un simple joven de C'ardenas, ser'as su representante plenipotenciario…

Tras estas palabras, Fidel respir'o hondo y agreg'o de manera confidencial:

– En mi vida he cometido muchos errores. Debido a mi propia inexperiencia, influencia del 'ambito que nos rodea. Te parec'ia imposible llevarlo a cabo de otra manera. Luego me arrepent'ia. A veces ya era tarde. Uno de estos casos es la invasi'on de las tropas sovi'eticas en Checoslovaquia. No supe encontrar fuerzas para condenarla. Otro caso a'un peor, a partir de la segunda etapa de nacionalizaci'on, cuando nosotros seg'un el modelo estereotipado sovi'etico comenzamos a expropiar los bienes de los guajiros. Entonces ofendimos a la gente. Luego largo tiempo pag'abamos el pato. Pero el error m'as grande de mi vida yo creo que es una historia muy antigua, que no figur'o en ninguna de las cr'onicas. En aquella 'epoca yo era demasiado joven, era muy iracundo y ego'ista. Te lo relatar'e. Ha de ser un gran secreto… A mi hijo Fidelito se lo llevaron a los EE.UU. sin autorizaci'on m'ia. Eso lo hizo su madre natal, mi primera esposa Mirta Balart. Era una buena mujer y una esposa fiel. Su t'io, c'omplice de Batista, la oblig'o a cometer tal tonter'ia. Entonces enviamos a Miami a unos muchachos atrevidos. Ellos trajeron a Cuba a mi chico. Hasta hoy d'ia estoy lamentando ese episodio. No se deb'ia privar a la criatura del amor maternal. Ofend'i a la mujer, la cual me quer'ia sinceramente, pero al mismo tiempo estaba muy apegada a los suyos y se hallaba entre tenazas de su procedencia noble.

Cre'ia que costara lo que costase me pondr'ia en raz'on. Y siguiendo los consejos de su familia hizo una estupidez. ?Y yo qu'e? Le contest'e con una estupidez a la suya, lo que reconozco solamente hoy d'ia, transcurridos muchos a~nos. Estoy castigado por eso.

Cuando Fidelito creci'o, se hizo insoportable. Todo el tiempo me reprim'ia porque no tuve en cuenta la opini'on de su madre. Pero el peor castigo fue que mi peque~na Mirta nunca, jam'as, hasta la misma muerte, no se permiti'o decir ni una sola mala palabra en cuanto a m'i. Nada malo acerca de la persona que le priv'o del hijo para siempre. Ella no hizo ninguna declaraci'on sobre el secuestro a las autoridades. Hasta se enteraba de los 'exitos de su criatura mediante personas ajenas, temiendo que de alg'un modo podr'ia causar da~no con su atenci'on a su hijo natal. Por eso la historia no fue de dominio p'ublico.

Otros no pod'ian perder una ocasi'on sin que se ganaran alg'un dinero, denigrando a Fidel Castro. En los Estados Unidos eso lo hizo Juana, mi hermana natal. De Espa~na se o'ia llegar acusaciones de la hija natal Alina. Me llamaba demente y difund'ia rumores incre'ibles. Permanec'ia callada solo Mirta, la 'unica mujer ante la cual yo me siento culpable…

La Habana, Cuba,

Agosto del a~no 1947

El Malec'on como hab'ia prometido el presidente Grau San Mart'in a sus protectores norteamericanos se llen'o de gente apasionada justo para el mediod'ia. Hasta que expirasen sus plenos poderes quedaba un a~no, pero la suerte del “demagogo de las Antillas” ya estaba predestinada. Su trono ya se tambaleaba. Los “gringos” consideraban al “colega Grau” demasiado cobarde porque este intentaba ganarse los favores no solamente ante ellos, sino ante los jefes de las bandas locales. Los g'ansteres intrusos no pod'ian admitir la dualidad de poderes. Deber'ian entronizar una marioneta mucho m'as segura.

El acompa~nante del presidente, “el peque~no sargento”, llevaba hombreras de coronel, el ambicioso mestizo Fulgencio Batista, con todas sus entra~nas arrastrantes present'ia que los planes grandiosos de los “gringos” de convertir su pa'is en un s'uper-prost'ibulo no han de llegar a materializarse sin su muy activa participaci'on. Por lo consiguiente, en Grau ya es hora de poner cruz y raya.

– Que empiece la marcha – San Mart'in dio la se~nal a los jefes del carnaval a trav'es de su encargado.

El crucero n'iveo “Benjam'in Franklin” con los influyentes yanquis a bordo se encontraba a doscientas yardas de los bolardos de amarre. En el amarre, en el lugar determinado donde bajar'ian los hu'espedes de alto rango, por la escalerilla del buque tendieron una alfombra de pasillo, una copia alargada de la bandera nacional. A nadie se le habr'ia ocurrido que, en una situaci'on de tal 'indole se pisoteaba la bandera nacional, hubiera un subtexto pol'itico. Y cinismo, por a~nadidura. Sea como sea, el suceso promet'ia ser algo simb'olico.

A todo lo largo de la alfombra de pasillo sobresal'ian palmas decorativas, asperjadas con un spray dorado. De estas estaban colgados, como si fueran arbolitos de Navidad, p'ajaros disecados como colibr'is, p'ajaros carpinteros y tocororos, as'i como cajas con cigarros cubanos, bananas, caracoles y botellas de ron “Paticruzado” con mo~nos en los golletes.

San Mart'in trajinaba en el muelle, como un escolar esperando a los severos y justos examinadores. Le presionaban las previstas salvas de bienvenida, la de dos ca~nones de grueso calibre. Estos hab'ian sido fundidos en plena correspondencia con la 'epoca de Col'on y transportados con tal motivo a la fortaleza Castillo del Morro, directamente de Madrid.

El evento, en realidad, una reuni'on a celebrarse en la cumbre, no ten'ia an'alogos hasta ahora en la historia universal. Era un encuentro entre un vendedor y un comprador. Cuba serv'ia de mercanc'ia…

El r'egimen corrupto de San Mart'in se hizo, aunque no del todo ideal, garante de blanqueo del dinero sin riesgo de la mafia estadounidense. Cuba en los pr'oximos a~nos ten'ia todo para convertirse en base de partida de un armisticio a largo plazo entre familias de g'ansteres.

Dieron inicio a “la reuni'on cubana” el antiguo amigo de “Lucky” Luciano, rey del gambling 12 , el genio financiero de la mafia Meyer Lansky y el mafioso de Chicago Salvatore Giancana. Al haberse iniciado la conquista de Las Vegas y las inversiones millonarias en Nevada no imped'ian a los clanes seguir pensando en el desarrollo paralelo del business. El futuro de Cuba se vislumbraba a'un m'as risue~no, que las ganancias a obtener del casino en el desierto.

12

Gambling – los juegos de apuestas implican arriesgar una determinada cantidad de dinero o bienes materiales en la creencia de que algo, como un juego, una contienda deportiva, etc., tendr'a un resultado predecible.

Los norteamericanos ricos, sin duda alguna, preferir'ian la isla de playas blancas, palmas reales y una fiesta eterna, al estado que ten'ia una reputaci'on de pol'igono nuclear. Estando alejados de la tutela de los omnipresentes federales y de la galanter'ia servil del reyecillo local, esta situaci'on real apresuraba a los mafiosos a tomar lo m'as pronto posible las principales decisiones t'acticas, para que fuera aprobada la 'unica tarea estrat'egica, Cuba se convertir'a en un para'iso en la Tierra, con una sola reserva, que el para'iso es solamente para ellos.

Constantine "Cus" D'Amato, tesorero de Sam Giancana, segu'ia por todos lados a su patr'on, llevando en las manos dos pesados maletines llenos de dinero en efectivo. Ese dinero se supon'ia que ha de ser gastado en asuntos de la pol'itica. La comisi'on, el consejo superior consultivo de la mafia de Sicilia, aprob'o la iniciativa cubana.

Viniendo en calidad de pasajeros en el crucero “Benjam'in Franklin”, la gente de “Lucky” Luciano, de Albert Anastasia, representantes de la familia de Banano, de los hermanos-extorsionistas Rocco y la estrella de “Columbia Records”, favorito de las jovencitas actrices hollywoodenses, Frank Sinatra, siempre actuando como titular de plantilla, eso mostraba la coordinaci'on de todas las familias y una plena unanimidad en cuanto a la participaci'on igual al repartir la torta cubana.

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